Empezó el otoño en Sevilla

Cuando te dije vente conmigo al fin del mundo, lo dije con todas sus consecuencias, pero a ese lugar, amor, se va sin condiciones y sin lastres, y ¿cómo dejar tu mundo aparcado en el olvido? Entre las sábanas se sueña en voz alta y se asiente con la boca y con el pecho, pero cuando cae la noche, amor, cuando se encienden las verdades y entran por la rendija de tu persiana, inevitablemente, tu mundo y el mío no se sotienen y llevártelo contigo no te lo permito, y estar sin él, no eres capaz. Yo entre los libros y la música, entre el sosiego y el café, entre la alameda y el paseo, me gusta volver de la mano a casa, tú, amor, entre el alcohol y la noche, entre la gente que me intimida, entre amaneceres y pasados que pesan, te gusta volver mano a mano, y casi nunca a casa. Esta mañana, anillando pájaros sóla en un lugar cualquiera, mientras tú dormías no sé con quién y en un lugar cualquiera, no podía retener las lágrimas, y ya sabes, me como las uñas, y así es difícil deshacer los nudos, y más si son en la garganta. Posiblemente, a solas contigo, entre un polvo y otro, mientras andes acurrucada en mi pecho, volveré a escuchar los te quieros, el vámonos lejos donde nadie nos conozca, los no puedo respirar sin tí y el quiero pasar el resto de mi vida a tu lado, pero aunque brille el sol por la ventana, no te engañes, amor, inevitablemente, ya es otoño en Sevilla.